Tomó el tren como todas las mañanas. Le gustaba sentarse cerca de la
ventana para ver en el camino las hileras de árboles que con sus ramas, movidas
por el viento, se despedían de ella.
Pensaba con alegría que
los árboles eran pasajeros que se habían quedado en la estación esperando el
próximo tren. Sabía que en la tarde estarían allí para celebrar su regreso.
Ese día, de regreso, ella no venía en el tren, se había convertido en árbol y
movía sus ramas celebrando la llegada de otros. En la estación de tren colgaba
un cartel que decía: cerrada la estación por accidente ferroviario esta mañana.
Elizabeth Marín
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