
Amanecía, el sol como siempre despertaba iluminando toda la
tierra. Los pájaros volaban y cantaban, preparándose para recibir el regalo que
el universo les otorga todos los días. El cielo brillaba con un azul tan
espléndido que todas las personas se veían obligadas a levantar la vista para
verlo y dar gracias a Dios por ese día tan bello. La rutina de todos los días
se desplazaba en silencio para todo el que despertaba y se preparaba para su
nuevo día. En las calles se podía escuchar el ajetreo de la gente, las bocinas
de los automóviles y, a lo lejos, el cantar del gallo y el ladrido de los
perros. Todo parecía una escena preparada de antemano por quienes son expertos
en obras teatrales, asignando con esmero a cada uno su papel. En las alturas,
los Dioses del Universo contemplaban el
escenario mientras sonreían, estaban seguros de que su creación divina se dirigía,
aún sin darse cuenta, hacia el camino de la luz y el amor.
Elizabeth Marín
No hay comentarios.:
Publicar un comentario