Patinaba como solía hacer todos los sábados. La pista de
hielo le permitía dejar volar su imaginación y sus pies danzaban al ritmo que
emergía desde su corazón. La compañía de otros patinadores y la algarabía de
los niños en la pista de baile no era problema para ella, solo se desplazaba
ensimismada en ella misma. Deseaba, desde hace mucho tiempo, poder volar
hacia la eternidad y llevar con ella sus patines para deslizarse con delicadeza
sobre las blancas nubes que, según ella, conformaban el cielo. Dos semanas después, patinaba
como todos los sábados, solo que ese sábado dejo de soñar y se deslizó plácidamente
sobre las nubes que tanto había soñado. Sin darse cuenta
había volado hacia la
eternidad.
Elizabeth Marín
No hay comentarios.:
Publicar un comentario